Resumen
En las clases introductorias de Microeconomía se explica que la existencia de niveles
de saciedad o de saturación para la mayoría de los bienes que consumimos es una hipótesis
razonable y plausible. Los alumnos suelen aceptar la idea sin mayores dificultades,
seguramente porque ni las naranjas ni los plátanos (la clase de objetos que con
frecuencia pueblan la Teoría del Consumo) suscitan en ellos mayores entusiasmos. Pero
esos mismos alumnos pueden dar, poco después, síntomas de una alarmante insaciabilidad
con relación a uno de los bienes que consumen: los ejercicios de Microeconomía.
Llevo muchos años tratando de explicar los rudimentos de esta disciplina y no consigo
recordar un solo curso en que no haya tenido que satisfacer (siempre de forma precaria
e incompleta) tales demandas del alumnado.
Por supuesto, esa demanda existe, porque los ejercicios, casos prácticos, aplicaciones,
etc., ocupan cada vez más un lugar importante en la docencia de Microeconomía;
además, y esto es lo fundamental desde el punto de vista del alumnado, de forma creciente
los exámenes de Microeconomía consisten, total o parcialmente, de un conjunto
de ejercicios; es decir, se trata de responder preguntas que en realidad no han sido
planteadas en clase, ni mucho menos resueltas, pero a las que se debe poder contestar
si (y este «si» es esencial) se han comprendido las explicaciones y los contenidos de
la asignatura
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